Los tiempos de pandemia que estamos viviendo son propicios para constatar que la "normalidad" no dura indefinidamente en nuestras vidas y que cada uno tenemos nuestra opinión sobre lo que es normal.
Sea realidad o ficción impuesta por los medios de comunicación, el cambio es continuo, pero siempre soportamos peor los cambios drásticos que los pequeños. Pero pequeños cambios de forma continuada tienen un efecto acumulativo que produce un gran efecto transformador.
En 1993, el senador demócrata Daniel Patrick Moynihan realizó una observación incisiva: las personas tienen una capacidad limitada para tolerar a personas que se desvían de los estándares comunes. Pero cuando las reglas no escritas se infringen una y otra vez, las sociedades "tienden a rebajar lo que se consideraría una desviación", a modular la normalidad. Lo que antes se consideraba anormal ahora se convierte en normal. Ahora estamos en la fase de acostumbrarnos a vivir con el virus del Covid-19 al tiempo que se desarrolla un nuevo escenario económico y social que simplemente no podíamos imaginar hace unos pocos meses.
Antes de la pandemia, escenarios ciertamente distópicos comenzaban a tomar visos de realidad y ahí tenemos libros excelentes como Mundo Orwell de Angel Gómez de Agreda, recordándonos que la profecía del libro "1984" ya está parcialmente con nosotros. En Mundo Orwell, Angel hace un paralelismo entre una futura Humanidad gobernada por unos ministerios imaginarios de la Verdad, del Ocio, de la Libertad, de la Paz, de la Calidad de Vida y de la Educación, y la situación evolutiva que estamos viviendo hoy: la verdad hoy depende cada vez más de la narrativa dominante y manipulada por las redes sociales y medios de comunicación que viven de la publicidad, donde la independencia de la información y la opinión está en entredicho.
El entretenimiento digital se ha disparado aún más durante los confinamientos de la pandemia y cada vez más se incrementarán su oferta. Nuestros datos están cada vez más en poder de los nuevos controladores, sean los estados o las empresas tecnológicas, y nuestra capacidad de desarrollar nuestras vidas, físicas y digitales, dependerá de nuestros datos y nuestra huella digital a través de dispositivos y sensores.
La educación, factor crítico para la independencia de pensamiento crítico de las personas, lleva años volcada en buscar la empleabilidad de las personas a corto plazo ligada a modelos de trabajo que cada vez más tienden a desaparecer. Hay una gran fragmentación de sistemas educativos en las distintas estrategias nacionales.
De forma general, los asiáticos líderes y los de algunos países del Norte de Europa están en la vanguardia en la enseñanza tecnológica y su profesorado ha hecho grandes esfuerzos de adaptación. Países como EEUU habrán de afrontar el reto de adaptar su cara y prestigiosa oferta educativa presencial a nuevas formas de enseñanza online, lo que supondrá un reto pese a la importancia de sus MOOCs (Massive Online Open Courses). El resto de países desarrollados son una amalgama donde ni sus sistemas educativos eran los mejores antes de la pandemia ni ahora están liderando la educación en nuevas competencias y disciplinas STEM.
En la misma línea de futuros inciertos ha surgido la serie francesa "Colapso" que ahora se retransmite por Filmin, que por cierto no es sólo distópica sino directamente trágica y razonablemente creíble ante la fragilidad del mundo que estamos viviendo. Con la "ventaja" de que se pueden deglutir seis escenarios inquietantes sentado cómodamente frente a la pantalla.
Y es que el ser humano tiene un sesgo insaciable por las malas noticias, quizá porque las buenas noticias tendemos a verlas como normales, como no noticias. Los expertos aseguran que las malas noticias generan una sustancia química que produce un cierto placer parecido a la defensa frente a una amenaza que podíamos tener cuando por ejemplo el hombre prehistórico estaba amenazado por un tigre dientes de sable. Al menos estás en guardia, en formato defensa.
En este contexto sitúo como contraposición la necesidad de reflexionar sobre la utopía. La utopía es el pensamiento sobre un mundo mejor o ideal, sin caer en la tragedia de los escenarios distópicos o alienantes. ¿Por qué no somos capaces de imaginar escenarios mejores o por qué los calificamos como irrealizables y por tanto no dignos de ser tomados en cuenta?
El libro "Invitación a la utopía" de Juan Jose Tamayo es un estudio histórico del pensamiento utópico que viene bien leer en tiempos de crisis. Es entonces cuando hacen falta nuevas ideas, ideas que no sean malas o sólo de escenarios apocalípticos.
Juan José Tamayo es catedrático de Teología y Ciencias de la Religión de la Universidad Carlos III y miembro del comité internacional del foro de Teología de la Liberación. Su mirada y análisis de las utopías de las épocas paganas, cristianas, neoclásicas y contemporáneas reflejan una profunda reflexión y conocimiento.
Hemos de ser conscientes que las formas de pensar alternativas, en ocasiones tratando de desentrañar la lógica de las acciones y motivaciones de las personas como el caso de Platón, y en otras ocasiones los filósofos contemporáneos como el propio Karl Marx, buscando la instauración de una forma social de organización humana basada en la colectivización y la pérdida de la identidad individual, no dejan de ser formas de dibujar una sociedad ideal bajo la mirada de sus autores.
"Invitación a la utopía" no es un libro sencillo pero sí riguroso y profundo para quien quiere profundizar con cierto detalle en el pensamiento de los principales utopistas de la Historia. Una propuesta interesante para situar en perspectiva escenarios de futuro en tiempos de pandemia, tan proclives para la imaginación de escenarios sobre todo de carácter negativo.
Leeremos el libro. Sobre utopías y distopías, ambas inspiradoras de la creatividad y la imaginación, se ha escrito mucho en la cultura ciberpunk. Buena parte del internet que conocemos, la AI, las criptomonedas, etc... sale de ahí.
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