domingo, 2 de febrero de 2020

Interventionism

Para evitar caer en el sesgo de confirmación es recomendable beber de fuentes distintas. Debo reconocer que mis opiniones como economista no están muy alineadas con las de la “Escuela Austríaca”. De ahí que consideré apropiado leer Interventionism. Tras la finalización de la lectura, reitero mi opinión de que los postulados de esta doctrina me parecen extremos. Pero es posible que necesite leer más, por lo que estoy abierto a las sugerencias (ya he tomado nota de La acción humana, 1949).

Una de las cosas que más me ha gustado de este libro es que está escrito en 1940 y, por lo tanto, es testigo en tiempo real del auge de algunos de los sistemas políticos más intervencionistas: el nacismo en Alemania (Hitler), el fascismo en Italia (Mussolini) y el comunismo la URSS (Stalin). Es interesante la crítica que hace a Francia y al Reino Unido por no prepararse para en los años previos, por no evitarlos… aunque resulta paradójico que lo pida un autor que promulga que no se intervenga.




Este es el punto débil, en mi opinión, de alguno de los planteamientos. Cuando todo el mundo es honrado, trabajador, cumplidor, etc., es verdad que puede que no haga falta un Estado que intervenga, pero ¿qué pasa cuando algún agente no cumple, quiere imponerse o hace trampas?

Por otro lado, la idealización que hace del consumidor es ingenua: “The consumers, not the entrepenurs, determine the direction and scope of production. In the market economy the consumers are sovereing. They are the masters, and the entrepreneurs have to strive, in their own interest, to serve the wishes of the consumers to the best of their ability”. Pensar que el consumidor sabe decidir bien en cada momento, que es capaz de optar por la mejor opción, es irreal. Prefiero la versión de Kahnman o la de Sunstein y Thaler y su paternalismo libertario.

Como tampoco puedo compartir la idea de que es el consumidor quien crea la oferta y, mucho menos, que deba ser quien la cree. Ya decía Ford que, si hubiera preguntado a los ciudadanos en su momento, estos le habrían pedido un caballo más rápido, y no un coche. ¿De verdad alguien puede pensar que, por ejemplo, en el desarrollo tecnológico el consumidor es quien crea la oferta? ¡No! Es la oferta de las empresas más innovadoras la que crea la demanda. No comparto esta excesiva confianza en el individuo maximizador (de nuevo, me uno al Behavioral Economics).

En sentido contrario, estoy de acuerdo con el autor en que el crédito es una palanca para el crecimiento… pero no por eso es mala. ¡Al contrario! Sin crédito no hay expansión del PIB. Lo cual no quita para que, en determinados momentos, se deba restringir el crédito. Y también estoy a favor de considerar que el capitalismo es el mejor sistema económico, aunque, como apunta Emilio Ontiveros en Excesos, deba ser reformado.

Sin menoscabo de estas críticas, se debe admitir la valía de Misses y su extraordinaria aportación a la economía. Y es posible que su legado y reconocimiento sea inferior al merecido: Keynes le hizo mucha sombra. 

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